Perdonar o Perdonarse

Perdonar o perdonarse

De pequeños y como una convención social aceptada, se nos inculca aquello de pedir disculpas o perdón y el perdonar, a veces sin entender muy bien por qué lo estamos pidiendo o por qué lo estamos otorgando, pero pareciera ser muy importante para nuestras figuras de autoridad así que rápidamente nos tratamos de acoplar a la dinámica. 

En aquel momento, el perdón solo tiene un sentido de llamada de atención respecto al límite del otro/a, pero rara vez basta con que la situación ocurra una sola vez, porque ninguna de las partes se implica en ese proceso sino en dejarlo rápidamente atrás porque “lo importante es haberse perdonado” y pasar página. Así de esta forma parece que se olvida del todo, reseteamos el contador a cero y volvemos a empezar, aunque tengamos bastantes papeletas de que una situación similar se repita, porque en realidad, el proceso de aprendizaje no ha ocurrido aún. Aunque llegará…

Luego con la madurez emocional, aparece el perdón adulto, este es aquel capaz de evitar que las cosas se repitan. Porque lleva un aprendizaje detrás. 

Entendemos cuál ha sido la causa del conflicto, intentamos resarcir la situación si es posible, verbalizamos no solo nuestro reconocimiento de haber infringido los límites del otro/a sino que con ello aceptamos en acuerdo (a veces implícito) que no lo volveremos a traspasar. Al igual que la otra persona obtiene validación de su límite y tiene la tranquilidad de que su mensaje/voluntad haya sido entendida por la otra parte.

El perdón es poderosísimo

no solo para gozar de vínculos sanos en tiempo presente y futuro sino también para no guardar rencores o resentimientos del pasado que luego van manifestándose a través de situaciones similares y en contextos diferentes hasta que desciframos el origen y perdonamos o pedimos perdón, ya sea a la otra persona o a nosotros/as mismos/as, porque en el fondo, hasta que no trascendemos, aprendemos y evolucionamos, las pruebas se seguirán presentando para malearnos y hacernos crecer.

Perdonar no se trata solo de decir las palabras correctas; se trata de integrar la experiencia emocional completa, aprendiendo y creciendo a partir de ella.

Perdonar no es tampoco olvidar u obligar a olvidar. Esto no representaría ningún aprendizaje ni crecimiento. Tener registro y recuerdo de lo que ha ocurrido es lo que nos garantizará una gestión madura de situaciones similares futuras.

Pero ¿qué pasa cuando nos sentimos presionados para perdonar, por algún argumento religioso, familiar o social? 

Pues en esta situación, lo más común es no perdonar en realidad o no hacerlo por completo porque sabemos que la otra persona no es honesta o que no tiene intención de no volverlo a hacer, o porque sencillamente es algo que no se merece ser perdonado ni la otra persona recibir una nueva oportunidad para hacernos daño y esto es perfectamente válido. Tal vez no estamos listos o dispuestos a perdonar en ese preciso momento y eso también es aceptable, debemos honrar nuestros sentimientos reales en lugar de forzar una resolución. 

Perdonar no significa aceptar que no respeten nuestros límites y poner la otra mejilla; significa aceptación, ver las cosas por lo que son, reafirmar nuestros límites, no arrastrar el resentimiento y en ocasiones, cuando la otra persona no esté disponible, consciente o dispuesta a pedir perdón; puede significar perdonarnos a nosotros/as mismos/as.

Cuando nos perdonamos, por no habernos protegido a nosotros/as mismos/as, hacemos posible la liberación del  dolor que experimentamos y eso no libera al otro/a de la consecuencia, sino que redirige el foco y lo coloca en nosotros/as y en liberarnos de aquello que hemos sufrido. Permitiendo así la verdadera transformación.

El perdón a uno/a mismo/a también puede implicar establecer nuevos límites internos, entendiendo nuestras propias necesidades y valores, y permitiéndonos fallar y aprender de esos errores. Este enfoque crea una base sólida para el desarrollo emocional.

Cuando practicamos el perdón, las reglas del juego cambian ya que aprendemos a no dar acceso de una forma sana a través de límites.

El perdón y los límites es la combinación para no sentirnos indefensos.

Se trata de tener valor, tomar consciencia y no escaparse por salir rápido de la situación y dejarla atrás, sino decidir con responsabilidad, si damos acceso o no. 

Cuando aprendemos a gestionar esta combinación poderosa, cada vez se nos hace más natural y reconocemos más rápida y claramente las situaciones sin necesidad de que lleguen a extremos incómodos o peligrosos. 

Por eso tomarnos el tiempo para ir examinando todo lo que no hemos perdonado y no nos hemos perdonado y atenderlo… es de las prácticas más enriquecedoras y potentes que podemos integrar en nuestras vidas y en la que la terapia puede aportarte mucha luz. 

El verdadero perdón involucra una aceptación profunda de lo que ha ocurrido, lo que incluye nuestras reacciones y sentimientos. Al integrar nuestras emociones y experiencias en el «aquí y ahora», podemos movernos hacia una resolución auténtica que respeta tanto nuestros límites como nuestra necesidad de sanación.

Espero que este artículo te inspire a reflexionar sobre tu propia experiencia con el perdón y cómo puedes integrar estos principios en tu vida para lograr un mayor bienestar emocional y relaciones más auténticas. Si deseas profundizar en este proceso, te invito a reservar una sesión de valoración conmigo, rellenando este formulario.

Suscríbete para:

1. Tener más conocimiento y descubrir nuevas formas para cuidarte unificando tu mundo exterior con tu mundo interior.


2. Encontrar nuevas maneras de entender lo que estás viviendo y saber cómo desbloquearlo.


3. Saber por qué nos quedamos atascados/as y descifrar cómo deshacer programas que ya no necesitas impulsando tu potencial.

En resumen… Aprender más de ti para vivir mejor.

Comparte

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
Telegram
WhatsApp