La Importancia del Afecto

la importancia del afecto

La Ausencia Brutal de Cariño y sus Consecuencias

El afecto tendría que ser nuestro denominador común… sin embargo, desde pequeños, nos inculcan la idea de que la dureza nos hará más fuertes. Ser fuertes, es aparentemente la única opción para sobrevivir y triunfar.

Llevamos grabadas a fuego frases como: «La vida es una jungla», «hay que aprender a aguantar» “quejarse es de débiles y pedir ayuda también, y pues los débiles están destinados a ser perdedores” «el mundo es de los que luchan». 

Parece ser que hay que reprimir toda emoción e incluso el deseo natural de sentirlas… porque las emociones nos pueden llevar a tomar malas decisiones, y bueno, como podrás imaginar, equivocarse o decidir sobre el sentir y no sobre el pensar, se toma como un error innegable.

Crecemos escuchando y creyéndonos que lo ideal está en la exigencia, la comparación y la competencia, como si la clave del éxito fuera desarrollar una coraza impenetrable; y que ese éxito es el que nos va a dar la felicidad. 

Lo que no nos dicen es que esa dureza, llevada al extremo, nos arrastra a una ausencia brutal de cariño: hacia nosotros/as mismos/as y hacia los demás. Por no hablar de los síntomas físicos que puede llegar a desarrollar y la despiadada soledad a la que nos somete.

Es que por supuesto, si nosotros/as mismos/as no nos permitimos nunca ser vulnerables, buscar o desear afecto, pedir ayuda, fallar, abandonar o tan siquiera apreciar aquello que somos, tenemos o conseguimos, porque me comparo y entonces no es nunca suficiente; ¿Qué crees que haremos a los demás? ¿Qué crees que normalizaremos que otros hagan y nos hagan? Exactamente lo mismo ¿lo ves?

La dureza conmigo mismo/a, me lleva, a no amarme, aceptarme, reconocerme, valorarme ni mucho menos aceptar que mi entorno lo haga, porque sentimos que no nos lo merecemos. Como si tuviéramos que ganarnos el más mínimo gesto de afecto. Viviendo en la más desoladora realidad, en la que el único combustible para el alma… el amor, no está disponible. 

La Trampa de la Dureza

El modo en que aprendemos a relacionarnos con el mundo en la infancia marca profundamente nuestra vida adulta. Si crecemos en un entorno donde la afectividad es secundaria frente al rendimiento y la resistencia, es probable que interioricemos la idea de que mostrar vulnerabilidad es peligroso.

Aún peor resulta cuando crecemos en entornos en los que se castiga la vulnerabilidad y el afecto se vuelve la recompensa (cada vez más escasa, según nos hacemos mayores) a actuar y mostrarnos fuertes.

Nos endurecemos creyendo que así estaremos mejor preparados para enfrentar la vida. Creemos que si aguantamos, si no nos permitimos flaquear, si no mostramos nuestras emociones, entonces seremos invulnerables. Pero la realidad es que no nos estamos protegiendo; estamos cerrando el paso a una necesidad básica: nutrir nuestro ser, con el contacto afectivo genuino.

Y eso, en el fondo, nos va a llevar a anhelarlo, aunque no lo digamos o seamos conscientes de ello. Inevitablemente y en las formas más camufladas, vamos a buscar ese bálsamo que nuestro corazón necesita y lo creas o no, esa necesidad primal, puede llevarnos a situaciones de mucha más vulnerabilidad que las que evitamos en un inicio.

El Precio de la Ausencia de Cariño

Cuando esta dureza se convierte en nuestra norma, caemos en una ausencia brutal de cariño. Esto se manifiesta de muchas maneras:

  • A nivel individual, nos volvemos incapaces de auto-sostenernos con amabilidad. La autoexigencia se convierte en una voz interna que nunca está satisfecha. El diálogo interno es crítico y despiadado. «Podrías haberlo hecho mejor», «no es suficiente», «no te permitas descansar».
  • A nivel social, perpetuamos una cultura donde la empatía y la calidez se ven como signos de debilidad. Competimos en lugar de colaborar, nos comparamos en lugar de apoyarnos, buscamos reconocimiento en lugar de conexión real.

¿Cómo Romper con la Dureza y Recuperar el Afecto?

La clave está en darnos cuenta de que la fortaleza real no está en la dureza extrema, sino en la capacidad de sostenernos con amabilidad. Esto implica:

  1. Tomar conciencia de cómo nos tratamos a nosotros mismos/as y de las creencias que hemos heredado sobre la dureza, la vulnerabilidad, el pedir y aceptar cariño y afecto.
  2. Explorar nuestras emociones sin juicios, aprendiendo a reconocer la tristeza, el miedo y la necesidad de afecto como partes válidas de nuestra experiencia.
  3. Practicar la autocompasión, hablarnos con la misma ternura con la que trataríamos a alguien querido.
  4. Fomentar relaciones más genuinas, basadas en la autenticidad y no en la competencia o en la transaccionalidad.
  5. Desafiar la idea de que la vida es una batalla, y empezar a verla como un camino de aprendizaje y conexión.

La dureza nos puede ayudar a sobrevivir, pero el afecto nos permite vivir plenamente. Recuperarlo no es un signo de fragilidad, sino una muestra de valentía.

Qué dirías, ¿sientes que te tratas con dureza? ¿O con afecto? 

¿Has probado a hablarte y darte consejos, como se los darías a un amigo o amiga muy querido/a? ¿Sientes que es muy diferente a lo que normalmente te dirías?

Ya sabes que me encanta venir a reflexionar e invitarte a que tú también lo hagas y que a veces con eso es suficiente para desbloquear claves para nuestro crecimiento y mejora personal, pero como siempre quiero dejar la invitación abierta:

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En resumen… Aprender más de ti para vivir mejor.

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