Ver al Miedo, Sentir la Ansiedad y Seguir adelante
La Elección… suena muy poético, pero es más bien algo muy cotidiano y práctico.
Seguramente te sea familiar el eje central del tema del que vengo a hablarte hoy, y es que es muy común y a todos nos ha pasado alguna vez, o tal vez la hemos experimentado por mucho más tiempo del que deseamos. No es un tema que valoremos como agradable pero no por ignorarlo vamos a lograr que desaparezca, así que hablemos de ansiedad y de cómo la gestionamos o no.
Hemos venido observando en los últimos años un constante incremento y persistencia en la población, de síntomas de ansiedad y síntomas secundarios desencadenados por ésta, y es que aunque la ansiedad no es mala en sí misma… permanecer en ansiedad empeora nuestro estado general de salud, sea cual sea tu contexto y peculiaridades, a nadie le favorece un estado de tensión permanente, con todo lo que este genera a su vez.
Un poco de ansiedad, es manejable e incluso deseable; la ansiedad es una respuesta natural al miedo y solo busca protegernos, pero ¿qué pasa cuando prácticamente vivimos en miedo?
El miedo es una emoción legítima cuando nos ayuda a protegernos de un peligro real. Sin embargo, muchas veces se activa de manera subjetiva para cada uno/a de nosotros/as. Es decir, no reaccionamos a lo que sucede, sino a nuestra percepción influenciada por situaciones vividas en el pasado, que tienen más que ver con nuestra herencia emocional que con una amenaza verdadera en el presente. En estos casos, el miedo es una ilusión que surge de una percepción distorsionada de la realidad.
El miedo es una de las emociones básicas y es también considerada una emoción primaria y universal. El miedo es una emoción que genera grandes consecuencias sobre el organismo y que se ha encontrado en personas de todas las culturas que se han estudiado. El miedo nace en nuestro cerebro, que origina la reacción de alarma del organismo.
Todos construimos de forma consciente o inconsciente una representación mental de cualquier suceso que observamos y que pueda significar una amenaza… ya sea como sujetos del mismo o como testigos. La cuestión se centra en averiguar si esta representación coincide con la verdadera y así llegar al convencimiento de que la aflicción y preocupación que nos provoca están justificadas, pues si no lo están, estaríamos ante un sufrimiento innecesario e infructuoso.
Las representaciones mentales son fruto de nuestra percepción de los hechos, no de los propios hechos en sí. Esto explica que existan ocasiones en que sólo nosotros “vemos” el conflicto donde otras personas no lo ven (debido a los complejos, vergüenzas, prejuicios,…) pues tenemos una fuerte predisposición a tomar como referencia verdadera la concepción que tenemos de nosotros mismos/as y del mundo para explicar los acontecimientos que suceden.
El punto de vista objetivo señala que la realidad es aquello que existe y se desarrolla, contiene en sí mismo su propia esencia y sus propias leyes, así como los resultados de su propia acción y crecimiento. Sin embargo, desde la psicología, el constructivismo defiende todas aquellas teorías que no consideran a los seres humanos como receptores pasivos de experiencias y aprendizajes, sino como constructores activos de su realidad y experiencias, es decir, que esa realidad no depende de lo que está afuera de nosotros, sino de cómo vemos eso que está fuera.
Cuando llegamos a este punto, se desencadena la ansiedad; que quien no la ha sufrido con potencia, tal vez pueda pensar que no existe, pero nada más lejos de la realidad.
¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando sentimos ansiedad?
Pues el miedo se ve en la amígdala, que es una estructura en el cerebro que se activa cuando experimentamos momentos de amenaza o peligro, y envía señales de alarma. Entonces el hipotálamo se activa respondiendo a estas señales de alarma liberando cortisol y adrenalina a través de la glándula suprarrenal y en consecuencia se activa nuestro sistema nervioso autónomo, controlando funciones corporales involuntarias como el aumento del ritmo cardíaco, la respiración acelerada, la sudoración y la dilatación de los vasos sanguíneos, al ver todos estos cambios físicos nuestra corteza prefrontal se acciona y puede verse afectada limitando así el control de las respuestas emocionales y la capacidad para evaluar de manera racional.
El cerebro desempeña un papel clave en la forma en que experimentamos nuestras emociones por eso es tan importante entender cómo funcionamos.
Y entonces ¿qué podemos hacer para que ese miedo y esa ansiedad no dominen nuestras vidas?
Es obvio que no podemos cambiar los hechos ya ocurridos (las leyes de la Naturaleza no nos permiten volver atrás en el tiempo) por lo que empeñarnos en cambiarlas conduce muchas veces a la frustración y el desengaño.
Y muchas veces, aunque nos hayamos dibujado mil escenarios alternativos para prevenirnos de que “nos ocurran cosas malas” tampoco podemos evitar que ocurran. Lo que sí podemos hacer, es cambiar la forma de ver las cosas, “sustituyendo” los factores psicológicos que han dado lugar a la versión actual perturbadora, por otros que sean adecuados para construir una vivencia de la situación más objetiva, que elimine la perturbación y el malestar asociado.
Desde el punto de vista fisiológico esto es posible porque nuestro cerebro está dotado de la capacidad para adaptarse a las circunstancias del entorno mediante el mecanismo de la plasticidad neuronal (capacidad que tiene la estructura cerebral para modificarse con el aprendizaje). La plasticidad neuronal nos permite cambiar las rutas de procesamiento, y con ello, la forma de interpretar los acontecimientos, de calificarlos, de atribuir responsabilidades, etc., lo que puede abrirnos el camino a otra forma de “vivirlos” menos desagradable.
Entender que todo está en tus manos ahora, tu capacidad de crearte a ti, de declarar quién eres tú.
Cuando vivimos en automático, las consecuencias de nuestras acciones o de no actuar, es muy probable que no nos gusten. Nos volvemos espectadores y según la situación, nos podemos sentir inclusive víctimas, pero cuando tomamos la riendas y decidimos qué hacer o cómo, con aquello que ocurre, empezamos a entender las consecuencias de nuestras acciones y esto nos da una perspectiva más precisa y sobre todo más justa, que nos va a ir llenando de alivio y tranquilidad.
No puedes elegir lo que te pasa, pero sí puedes elegir cómo procesas lo que pasa y qué haces a partir de eso que “te pasa”. Es así como dirigimos la energía de nuestra mente.
Los yoguis, expertos exploradores de la conciencia nos dicen:
1) El cuerpo es un templo cuídalo.
2) La mente es energía aprende a dirigirla.
3) Tu alma es una proyección, represéntala en tu vida.
Si estás valorando iniciar un viaje hacia ti mismo/a para descubrirte mejor y aprender cómo navegar mejor las situaciones de la vida para evitar sufrimientos innecesarios y experimentar más plenitud y tranquilidad… te invito a una sesión de valoración para que descubras cómo puedo acompañarte.